viernes, 20 de julio de 2012

No me gusta el calor.

No me gusta el calor, creo que genera pobreza y miseria. Provoca la poca actividad y la tendencia a la inmovilidad. No hay nada como el frío para espolear a la mente y al cuerpo; te tienes que mover, tienes que pensar cómo buscar los recursos necesarios para poder vivir.
En esta sociedad (en general) tan habituada a la fiesta y al "carpe diem", el calor le ofrece un argumento contundente para seguir tumbada, inactiva, pero a la vez consumidora de tiempo y recursos necesarios en otros puntos de la misma tierra, o de cualquier otro rincón del universo.
No me gusta el calor, no confío en ambientes que sobrepasen los 25º de temperatura, ni tan siquiera en aquellos lugares que en invierno tienen la calefacción a tope, eso me indica el pelaje de los que habitan en ellos.

No entiendo que se pueda gastar un solo minuto de tu tiempo tirado sobre una toalla, con el único objetivo de broncearse. No comprendo el ritual de ese ocio, nunca lo he entendido.

Inactividad. Tendencia al inmovilismo. Pedir y no dar. Reclamar y no luchar. Con el calor las moléculas se excitan, se separan, van cada una a la suya, se expanden, huyen del grupo hasta convertirse en otro ente, en otro "yo", olvidando la forma primigenia de su concepción.

Sí, sí, lo sé; si no fuera por cierto calor, la vida no prosperaría, pero eso casi es un detalle sin importancia, una casualidad cósmica, un evento singular. Definitivamente, prefiero el frío. Te mantiene alerta. Te recuerda que para respirar tienes que ganártelo, tienes que luchar...

Puede que sea este calor sofocante el que me haga divagar, y perderme en caminos que no llevan a ninguna parte solo por el mero hecho de no ver la salida a los graves problemas que tenemos. Puede que haya sido el calor el que me provoque esa tremenda pereza, que me hace olvidar el periódico diario que me lanzan a la puerta, cada mañana, y que no me apetece leer. Puede que sea así, o simplemente que me estoy contagiando de la estupidez y la vagancia que me rodea.

El calor despierta a los animales malditos, como la serpiente. El calor dibuja parajes desesperados; solitarios, infernales. El agua los ha abandonado, se ha escondido en lo más profundo de la tierra, tratando de escapar de la evaporación, del cambio a otro estado incómodo y volátil.

Deseo que llegue el invierno, que desaparezcan esos horribles y chillones colores que inundan la indumentaria de la gente; las gorritas, las chanclas, los pantalones pirata, las riñoneras... las voces, el jolgorio...

Deseo que llegue un invierno duro, dibujado por el Antiguo Testamento. Un invierno justiciero que haga desaparecer al chorizo, al mentiroso, al hipócrita, al vago, al vividor, al pendenciero, al comprado, al vociferante, al quiero y no puedo. Un invierno que arrase con el político, con el sindicalista, con el mal empresario, con el empleado jeta, con el funcionario agarrado a sus privilegios. Un invierno que nos haga recordar lo duro de ganarse el pan con el sudor de la frente, de la de uno, y no de la del vecino. Un invierno que espolee la mente de los jóvenes, que el gélido viento les despierte de ese sueño infantil de la vida agradable y acomodada, del pedir y no aportar, que les haga pensar en que el futuro existe si trabajamos para construirlo día a día, minuto a minuto. Un futuro ganado, sea el que sea, es mucho más gratificante y mejor que un futuro regalado.

Definitivamente...no me gusta el calor. No sé si ha quedado claro. Menos mal que ya se acerca el Invierno...

1 comentario:

  1. bueno no esta mal el razonamiento, si, tienes razon pero el calorcito suave esta muy bien para los cuerpos viejecitos como el mio, prometo no poner la calefaccion alta este invierno ! te quiero, bancario retirado.......

    ResponderEliminar